jueves, 28 de enero de 2010

El Metro, lleno de ritmo

Seis de la tarde. El metro de Avenida América rebosa de personas que van y vienen. Pero Simon ni va, ni viene. Al lado de las escaleras mecánicas, desde la esquina donde toca el órgano, hace un gesto con la mano para saludar a una de las usuarias que baja las escaleras. «En cinco horas puedo saludar a 200 personas», dice, y añade: «Estoy feliz de tener un trabajo que me permite conocer a un montón de gente».
Simon es uno de los músicos que amenizan los túneles del metro de Madrid. En Barcelona, los espacios y los horarios están repartidos entre los artistas que pertenecen a la «Asociación de Músicos de calle», algo que en Madrid no ocurre.
«Aquí, el que primero que llega se queda el sitio», explica Simon. En Nigeria, su país de origen, trabajaba como técnico de sonido hasta que hace seis años llegó a Madrid. Rebosa espontaneidad y habla con todo el mundo, aunque se guarda un secreto, su edad: «Cuando sea un cantante famoso, entonces la diré». Es como un niño grande que no quiere que pase el tiempo.

Pero ha pasado una hora y dos paradas de metro en la línea circular. Son las siete en el intercambiador de Nuevos Ministerios. Asen, de origen búlgaro, toca el clarinete. Toca entre semana, unas seis horas al día, en las que gana unos treinta euros. Tiene 42 años y desprende una melancolía opuesta a la de su colega. Explica que sus ideas sobre España eran diferentes: «yo quería encontrar un empleo, no tocar en el metro, pero con la crisis no encuentro nada». Hace una semana llegaron sus dos hijos, de 18 y 20 años, a buscar trabajo, «porque a pesar de todo, España sigue estando mucho mejor que Bulgaria», añade.
En Nuevos Ministerios, tren y metro comparten intercambiador. La normativa de los suburbanos de Madrid no permite a los artistas colocarse en lugares que dificulten el paso de viajeros o en los que el volumen interfiera en la actividad de las taquillas. También está prohibido tocar dentro de los vagones, «aunque siempre hay alguien que se cuela», explica Edison, empleado de MetroMadrid, «y alguien que va a los de seguridad a poner una queja porque le molesta la música», añade.

Sin música en los vagones
Más restrictivos son en Renfe, donde está prohibido tocar en todos sus espacios, según explican desde la oficina de Atención al cliente de Atocha. Son las ocho de la tarde y, efectivamente, entre los viajeros de cercanías y media distancia que se ven por la estación de trenes, no se escucha más melodía que la de la voz que anuncia destinos por la megafonía.
De nuevo en el metro, y cuatro paradas hacia el norte en la línea celeste, el viajero desemboca en el corazón de Madrid. A las ocho y media, en cada rincón de Sol aún queda un músico animando.
Muchos, inmersos en sus lecturas y sus prisas, o aislados tras los cascos del Ipod, pasan sin percatarse de que alguien toca. Pero es difícil no girar la cabeza buscando de dónde proviene la música de unos timbales que llenan toda la estación.
Batu está situado justo donde se coge la línea amarilla. Tiene 32 años y llegó de Senegal hace casi un lustro. «Lo que más me gusta es poder tocar cada día en un lugar: Sol, Legazpi... o en discotecas, donde a veces trabajo también».
Luis lleva en Madrid algo menos que Batu, dos años y medio, y desde otro de los túneles de Sol hace vibrar una guitarra imitación Gibson con la canción «Knocking on heavens door» de Bob Dylan. Dice que es una de las preferidas de los madrileños.
Es un músico de media melena, como los viejos rockeros, que sabe qué música es la que le gusta más a la gente. Dice que lo suyo es vocacional: «a veces he estado trabajando en otras cosas, pero si necesito despejarme me vengo al metro. Toco una hora y estoy como nuevo», explica. «Pink Floyd, Led Zeppelin, Black Sabath, Héroes del Silencio... hay canciones que se ve que gustan, las toco y la gente se gira», comenta este ecuatoriano, «hay mucho rockero en Madrid», añade.

Hotel California
Pero no sólo le dejan dinero los rockeros. «No creo que dependa de la edad, hay niños que sus madres les dan unas monedas para que me las echen. Yo les dejo la púa y tocan la guitarra. Les encanta». Se emociona hablando de la música y recuerda la primera canción que tocó en el metro de Madrid. «Con “Hotel California” de “The Eagles”, que la toqué en Legazpi, me dejaron cinco euros.» Decidió entonces que la vida en Madrid le iba a sonreír.
En unas cinco horas de trabajo suele ganarse entre 30 y 60 euros «se gana más si estás con otra persona, a la gente le gusta ver movimiento, espectáculo», explica. «Sé que no me voy a hacer millonario tocando en el metro, pero doy alegría; si no tienen dinero, que me den una sonrisa. La música mueve el mundo». Antes de que termine de hablar, un chico le lanza un par de euros y Luis da por finalizada su jornada. Aún no son las nueve y media.

Pocos minutos después, en la parada de Príncipe de Vergara, Pedro, un venezolano de 28 años, espera la llegada de un metro que le lleve a casa. Lleva su violín en una funda. Es un amante de la música clásica. Pedro no se atreve con el metro, «me parece impersonal, la gente va siempre corriendo», así que opta por otro tipo de espacios públicos: las calles y las plazas. «Lo importante es que la música te transmita».
Llega el metro que esperaba Pedro. De nuevo a Avenida América. Al lado de las escaleras mecánicas, desde donde Simon tocaba el órgano, ya nadie saluda. No hay música en el metro. No quedan prisas ya entre los viajeros. El silencio deambula y la alegría se va a dormir con sus músicos. Son las diez de la noche.

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J.M.de Prada: "El periodismo da una imagen distorsionada de la realidad"

Habla pausado. Concentra su mirada en ese punto fijo en algún lugar del espacio de donde parece sacar las ideas, todas cuidadosamente hiladas, sin que nada se le escape. Ni siquiera una sonrisa o una duda. Con una actitud hermética, con un movimiento de manos lento, sin aspavientos, va analizando la vocación periodística y literaria: «porque es una vocación, si no, tal como estamos, no tendría sentido», dice.
El escritor Juan Manuel de Prada entró en ABC hace quince años, cuando Luis María Anson, entonces director de este periódico, quedó fascinado tras leer su primera obra, «Coños», prosa lírica en homenaje a «Senos» de Gómez de la Serna. Desde ésta, su casa, se dedicó ayer a dialogar sobre periodismo y literatura, sus dos fervientes pasiones.
«El periodismo da una imagen distorsionada de la realidad», sentencia dándole luz verde a un escepticismo del que hará gala durante todo su discurso: «Crea una realidad paralela que no existe».
Es por eso que cree que a esta profesión —«precaria, mal pagada, de proletariados sin prole»— sólo se dedican aquellos con una gran vocación: «Nos esperan años difíciles, aunque apasionantes».
Como a sus colegas, le preocupa el futuro del oficio, aunque cree que «los derechos de autor son una ficción jurídica» que sólo pretenden «impedir la trasmisión cultural». A lo que añade que: «todo intento de coartarla va contra la naturaleza humana».
 

Exceso de individualismo
Critica la autocensura que se impone el propio periodista cuando sabe que «los lectores esperan encontrar en el periódico algo concorde a sus propias convicciones». Señala el «exceso de individualismo» como uno de los problemas de esta sociedad, y marca «lo religioso como elemento genético humano».
De Prada acaba su discurso como lo inicia, con contención, como quien desabrocha los botones que le conducen a un placer que ansía pero que teme, como quien colorea sin salirse jamás de los bordes.

martes, 26 de enero de 2010

Hacer la mili




La comparación me había hecho gracia. "Este máster es como hacer la mili", me había dicho una compañera. 
Y tenía razón, o eso creo, porque tampoco sé muy bien qué es hacer la mili más allá de los tópicos mil veces escuchados.
Entre clase y clase, cuando LP nos dice: "Rompan filas, descansen", y salimos apresurados a meternos en vena café y cigarrillos, las conversaciones son siempre similares: desmotivación y críticas a los "oficiales", entremezclándose con retazos de nuestra vida, ya que después de pasar tantas horas juntos, empezamos a tener bastante complicidad. Compañerismo roto a veces por la competencia. Supongo que en la mili también ésta era fomentada. Es positiva cuando nos hace esforzarnos, pero negativa cuando se antepone cortarnos el cuello a ayudarnos. 
La presión, el estrés, la falta de tiempo... convierten algunos momentos en batallas perdidas. Hay días en los que la falta de coherencia, orden y entendimiento nos deja perdidos y vencidos, derrotados y dispuestos a abandonar la batalla, a rendirnos, a dejar de defender nuestra patria, el periodismo. 
Hay días en que esta particular mili consigue lo que ni la facultad ni las prácticas lograron: desmotivarnos hasta tal punto que deseemos alejarnos del oficio y de la forma de vida que amamos.
Hay, supongo, dos modos básicos de reaccionar ante la presión: a unos les hace más fuertes y a otros les agobia. Los que no estábamos acostumbrados a trabajar bajo presión, los que rendíamos más a las buenas que a las malas, nunca nos imaginamos que, pacifistas como éramos, acabaríamos "haciendo la guerra". 

Ayer tuvimos que dibujarnos. Una compañera dibujó un monigote con cara de enfadado. "Ésta soy yo -dijo-, era una chica muy feliz hasta que entré aquí". 
Es preocupante que este máster sea capaz de convertirnos en muñecotes tristes y constantemente agobiados. 
Cuando las prácticas se quedan en un "corta y pega"; cuando las críticas son desmesuradas; cuando pretenden concentrar tres horas en una; cuando nos mandan trabajos absurdos; cuando no dotamos de sentido a lo que hacemos; cuando repiten uno tras otro las mismas parrafadas; cuando no vemos la luz del sol, como si estuviésemos de arresto; cuando la jornada no nos es productiva; cuando sólo quedan vanidades y orgullos; cuando acabamos haciendo guardias nocturnas; cuando no tenemos tiempo ni de buscar noticias ni de respirar; cuando el oficio no se materializa; cuando las ideas, la iniciativa y las ganas se quedan en la sala de café porque no nos dan la posibilidad de llevarlas a la práctica... entonces, sólo deseamos que esta mili absorbente y abrumadora acabe cuanto antes.
Afortunadamente, llegan también otros momentos. Los de la satisfacción de un trabajo bien hecho, los de la adrenalina que nos traen con sus charlas los corresponsales, los de las clases productivas de las que salimos sabiendo algo nuevo, los de la reflexión  cogida al vuelo y con la que aprendemos más que en todos estos años en la universidad, los de las lecciones de compañerismo que hay detrás de una caña compartida justo en el momento en el que más falta hace. 
Supongo que todos esos momentos serán los que se convertirán en batallas de abuelo cuando el tiempo pase. Los que harán que recordemos esta “mili” como un lugar en el que aprendimos, y en el que, a pesar de lo malo, fuimos felices. 
Pero para que eso sea así, es necesario sacar provecho de cada día; no borrar, sino aprender de días como algunos de estos últimos; no dejar que el agobio y las críticas nos ahoguen. No permitir que este máster nos dibuje como monigotes tristes. Seguir creyendo, como antes lo hicimos, que el periodismo es una guerra por la que aún nos merece la pena batallar.

miércoles, 20 de enero de 2010

¿Vocento vende ABC?

"Conclusión: ABC está cerrando un balance con unas pérdidas de 60 millones de euros, sólo solucionables mediante la compensación de la prensa local del grupo y sobre todo, por atípicos, como la venta de parte del inmueble que sirve de sede corporativa del ABC en la capital de España.
La situación es insostenible en Vocento. Los Luca de Tena -con un 10% de las acciones- no pueden asumir el ABC y las familias de Vocento quieren volver  la prensa regional, tras un periodo de diferencias irreconciliables entre los Ybarra, los Urrutia y los Bergareche. Ahora, por estar divididos, lo están hasta los hermanos Ybarra entre sí. Además, la mala salud de ese gran editor que ha sido Guillermo Luca de Tena complica aún más el panorama."
Publicado en Hispanidad: Leer texto completo

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El director de ABC, Ángel Exposito, desmiente la noticia publicada ayer por el digital Hispanidad y niega tajantemente que Vocento se plantee la venta de su periódico. Asegura, al contrario, que "ABC es un periódico de marca y apostaremos por él".

martes, 19 de enero de 2010

El caos reinante dificulta el reparto de la ayuda humanitaria llegada a Haití



Hoy hace una semana que la tierra tembló en Haití con una magnitud 7 en la escala de Richter. Eran las cinco de la tarde, hora local, las once de la noche en España, cuando centenares de edificios en su capital, Puerto Príncipe, se vinieron abajo sepultando a numerosas personas.
Bomberos, voluntarios y Cruz Roja iniciaron inmediatamente las labores de rescate y desde entonces no han tenido un momento de descanso. El 80% de la ciudad ha dejado de existir. Una semana después es casi imposible encontrar alguien con vida, aunque las esperanzas no se terminan de perder. Ayer, aún pudieron rescatar a una mujer de 63 años, explicaba un bombero de Huelva desplazado en la zona, Antonio Rodríguez Nogales: el rescate duró trece horas, «pero esa vida nos da ánimos».
Los últimos datos recogen cifras de más de 200.000 personas fallecidas. Los cuerpos están enterrándose en fosas comunes, pero no se puede indicar con precisión cuántos cadáveres se encuentran aún entre los escombros. Al menos 250.000 personas han resultado heridas, según confirmó el Secretario de Estado para la Alfabetización, Carol Joseph. Además, cerca de 3.000.000 personas han sufrido daños materiales; de las cuales, al menos la mitad ha perdido sus casas.

Encuentros 
Cerca de cien españoles se encontraban en Haití cuando ocurrió el seísmo. «Es indescriptible cuando entre tanta tragedia e incertidumbre encuentras a tus dos hijas vivas, sientes la mayor alegría», explicaba un funcionario de Naciones Unidas, Luis Eduardo Álvarez, a su llegada a España tras haber vivido el terremoto. 
La mayoría de ellos ha logrado regresar. Pero no todos. La funcionaria segoviana Pilar Juárez se encuentra aún entre los desaparecidos.


Envío de ayuda
Las ayudas, desde dentro y desde fuera del país, están sucediéndose desde el primer momento. El Gobierno haitiano y la Marina de Estados Unidos han trasladado a 10.000 hombres al país para ayudar en las tareas de rescate y asistencia a la población. 
Otras ayudas internacionales están también llegando desde países como España, Francia, Japón o Chile. «Agua, comida y tiendas de campaña es nuestra más inmediata necesidad», explica Morachel Bonnomme, un sacerdote de Carrefour, el segundo barrio más pobre de Puerto Príncipe.
Pasados los primeros días marcados por la cuenta atrás para encontrar a personas con vida, ahora Haití debe empezar a mirar hacia adelante y resurgir sobre sus propias cenizas. Pero el descontrol está aumentando la inseguridad en la ciudad, tanto para cooperantes como para haitianos. Las calles, además de rostros desorientados, están llenas de luchas instintivas por la supervivencia, lo que se traduce en constantes asaltos y peleas callejeras.
La desorganización establecida está imposibilitando el reparto de las ayudas recibidas. A pesar de que las visitas oficiales, que también están sucediéndose estos días, como la de la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, confían en que estas aportaciones convertirán «el dolor en una nueva esperanza».

lunes, 18 de enero de 2010

Defender las ideas y el trabajo

Llega estos días a los correos electrónicos un mensaje que dice ponerse en boca del español medio. Es un correo, digamos, a favor de la piratería. El e-mail te llega anunciándose como manifiesto y pide que, si estás conforme, lo firmes y “sigas la cadena”. 

Tras criticar explícitamente a algunos cantantes, el “firmante” protesta de su larga jornada laboral y de su mísero sueldo y se ampara en ello para aprobar la venta en los top manta. Primero empieza  a despotricar sobre la industria y la vida. Después, como queriéndole dar peso a la misiva, el anunciado manifiesto enumera todos los insultos y palabras malsonantes que se conocen en España, para acabar solicitando –por si cuela– que alguien se lo reenvíe a Ramoncín

Aparte del grado en que el usuario esté conforme con las leyes de propiedad intelectual, se ha de reconocer que defender la opinión de ese modo grotesco es la peor forma de hacerlo. Comúnmente se le atribuye a Voltaire la mítica frase “No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”. Probablemente, añadiría: aunque hay modos y modos de de decirlo… 

Estos días, el revuelo está formado con la Ley Sinde. Mientras numerosos internautas se manifiestan reclamando una plataforma de red sostenible y anuncian una campaña de movilización masiva, los profesionales del cine recuerdan que, sin olvidar que el dinero sale de los ciudadanos, el cine –la música, la propiedad intelectual– es su sustento.  Y agregan que en el espectáculo no todo es un camino de rosas.
La defensa de la propiedad intelectual está protagonizando numerosos debates estos días. Pero no es lo mismo defender la Ley (el trabajo, la piratería, la propiedad intelectual, el sueldo, los top manta…) con cadenas de insultos que con cadenas de argumentos. Aunque sea por el placer de escuchar.
Gritos, anuncios de manifestaciones, desconfianza, derechos de autor, insultos, artículos de periódicos, llamamientos a la insurrección y cadenas de e-mails. Avisos en Twitter, en Facebook y en Tuenti. Y el derecho a defender las ideas y el trabajo sólo puesto en juicio por la forma de hacerlo. Hay modos y hay modos.

jueves, 14 de enero de 2010

Ander Izagirre, el chico que aprendió a escribir sobre pedales


El día que comprendió que de su pasión ciclista no iba a hacer su profesión, Ander Izagirre decidió que aprendería a escribir sobre pedales. Y así lo hizo, y se convirtió en periodista viajero, en un reportero de maleta en la puerta preparado siempre para subirse a una bici, a una vespa, o calzarse unas botas y echarse a hacer camino.
Izagirre es vasco, de San Sebastián, y tiene 33 años. Necesitó salir de su ciudad natal para darse cuenta de que también en ella podría encontrar historias interesantes. Así se iniciaron los descubrimientos que alimentarían sus sueños. Tuvo que irse para poder regresar. Al principio, Ander pensaba que las buenas noticias, que las historias interesantes, estaban siempre demasiado lejos de él. Pero un día, conoció en el monte Ulía, al lado de su casa, a Josetxo Mayor, un hombre que cuidaba piedras. Supo ver que detrás de ese hombre, y a tan sólo unos pasos de su casa, se encontraba un reportaje estupendo. Aprendió que un periodista debe andar siempre con los ojos muy abiertos, pendiente de todo: "Un viaje no es cuestión de kilómetros, sino de miradas", añade.
Aquella historia dibujaba a un hombre que dedica toda su vida a ser el cuidador del monte. Josetxo subía cada mañana al monte Ulía para limpiar sus senderos. Porque creía en ello, por devoción. Ésta y otras historias fueron publicadas en el libro Cuidadores del mundo, un collage de personajes que, como dice el autor, "con sus pequeños gestos, sostienen el mundo".
Ander Izagirre estuvo esta semana dándonos una charla en el máster. Tenía pinta de desordenado y de utópico. De chico divertido y melancólico. Y me recordó a la imagen que aparece en una postal que tengo por casa. En ella, un chico pedalea en su bicicleta entre las nubes, sin dirección, hacia un cielo abierto rodeado de pájaros. Pero no sé, quizá eran sólo las primeras impresiones.
Ahora, Ander acaba de regresar de Bolivia, donde ha hecho unos reportajes sobre unos niños mineros. Pero esos reportajes estarán en sus cuadernos, ya que aún no ha logrado que ningún medio de comunicación se los compre. Es lo que tiene este periodismo encorsetado y de agenda que protagoniza los medios, y que no deja hueco para otro tipo de periodismo, para los "reportajes con botas".
Ander confiesa antes de marcharse que si fuese un hombre precavido habría cerrado la venta de los reportajes antes de hacer el viaje, pero que, más que un hombre precavido, es un hombre sin remedio... pero que el viaje habrá merecido la pena sólo por haberlo hecho. Ya encontrará el modo de hacerlo rentable. De buscavidas también tiene pinta. Al fin y al cabo, no parece ser un hombre con prisas, y como él dice, "para perfilar los detalles y hacer un buen reportaje, es necesario perder el tiempo".

miércoles, 13 de enero de 2010

El hombre en busca de sentido

Una vida dedicada a defender la paz
La compostura como seña de identidad. El conformismo apaciguador a veces, el inconformismo luchador otras tantas.
Descripciones precisas. Recuerdos contra los que luchar. Empuñar la voz como la mejor arma. La supervivencia, la compasión. El esfuerzo, aunque en ocasiones sea en vano.
Hacer política, creer en un ideal, en una recompensa. Buscarle un sentido a una vida marcada por el horror. Por un día de inconsciencia e histeria extrema e al que le siguieron muchos otros de negras e infinitas consecuencias.  
Kiyoshi Tanimoto, pastor de la Iglesia Metodista, sobrevivió al bombardeo nuclear llevado a cabo sobre la ciudad japonesa de Hiroshima en la mañana del seis de agosto de 1945. Desde ese momento, Tanimoto no dejó de defender la paz.
El bombardeo nuclear sobre Hiroshima dejó cerca de 140.000 muertos. Los supervivientes como Tanimoto necesitaron dotar a su vida de una razón de ser después de haber sido testigos y víctimas de tanta destrucción.

Experiencias traumáticas
Un año después del atentado de Hiroshima, en 1946, se publica en Alemania el libro «El hombre en busca de sentido», del psiquiatra austriaco Viktor Frankl.
Dicho autor fue prisionero de un campo de concentración en Auschwitz. Allí, además de a su mujer,  perdió su propia dignidad. Finalmente, logró salir de allí con vida, pero con una vida por la que ya, pensaba entonces, no merecía la pena luchar. Después de haber presenciado el horror no le hallaba sentido a la alegría. Sin embargo, logró la supervivencia no sólo física sino también mental. Para ello, tuvo que entender y asimilar que la vida debe estar dotada de un sentido.
Idéntica enseñanza fue la que persiguió durante toda su vida el japonés Tanimoto. Llevaba levantado tres horas cuando se produjo el bombardeo. Se encontraba transportando una carretilla. Estaba solo en su parroquia, lejos de su mujer y de su bebe. Era un hombre pequeño, presto a hablar, a reír, a llorar. Era cuidadoso, sereno, ambiguo, teólogo. Aspectos que, sin ser completamente arrebatados, dejaron de caracterizarle del mismo modo después de haber vivido el bombardeo.
Tanimoto ya nunca dejó de recordar con exacta precisión el resplandor silencioso que envolvió su ciudad aquella mañana. «Tasukete kure! ¡Auxilio, si son tan amables!», gritaban sus compatriotas. Y con la misma formalidad japonesa, desde aquel día convirtió en su obligación moral aquel  grito de auxilio.
Una vez, tenía 40 grados de fiebre, herencia eterna de la radiación. Su cabeza estaba, sin embargo, en los funerales que debería estar celebrando para los difuntos de su iglesia. No logró alejar de sí mismo la sensación de que debía entregarse a su causa. Para predicar por la paz, empezó dando conferencias a las que tituló  «La fe que surgió de las cenizas». Con ellas pretendía recaudar fondos para reconstruir su iglesia, destruida a causa del bombardeo.
El señor Tanimoto fue durante toda su vida un activista que luchó porque el sufrimiento vivido por sus compatriotas japoneses y por él mismo tuviese algún sentido. Obsesionado con sus ideales, estaba dispuesto a defenderlos hasta el final.
Viktor Frankl escribió que «vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo». Hasta que con 72 años se jubilase, Tanimoto pasó su vida de ciudad en ciudad contagiándole al mundo sus ansias de paz. Ese fue el sentido de su vida.

miércoles, 6 de enero de 2010

Vivir por encima de las posibilidades




Día de Reyes. Pedro tiene siete años y ha pedido tres regalos. El precio de los tres juguetes suma medio sueldo de Alberto, su padre. El hermano de Pedro, Javi, un año más pequeño, ha pedido también tres juguetes. A pesar de la crisis, y del trabajo que les cuesta a sus padres llegar a fin de mes, los dos hermanos encuentran el día de Reyes en el salón los seis regalos pedidos en la carta a Oriente. Menos mal que los Reyes Magos son mágicos, a sus padres no les hubiese llegado el sueldo para cubrir la demanda de los dos niños.
Los niños han quedado contentos; los padres, quizás no tanto. ABC se hacía eco esta mañana de cómo la crisis es la excusa perfecta para practicar la “reventa de los regalos de Reyes”. Según informaban, un 44% de los españoles recibió las pasadas navidades regalos que no querían, según aparece en un estudio internacional realizado por las consultoras Millward Grown y TNS para eBay.
Un 34% de las personas encuestadas destina la devolución del dinero al ahorro; un 32% lo invierte en comprarse otra cosa, y un 14% lo usa para pagar facturas. También están los que usan el dinero “ganado” en Reyes para comprar los regalos de Reyes de sus familiares y amigos.
Y pasadas las fiestas, llega la cuesta de enero, llamada así por la dificultad de sobrevivir a un mes en el que el sueldo se ha “esfumado” en los primeros seis días. Sin embargo, mañana, jueves siete de enero, los medios volverán a amanecer con noticias donde se cuenten las inmensas colas que se han generado en los grandes almacenes que inician sus rebajas; colas ya vividas en los centros comerciales que han adelantado las rebajas, como son los de las comunidades autónomas de Madrid y Murcia.  
Pero obviamente no es exclusivo de las navidades el hecho de que el español medio viva por encima de sus posibilidades. Quedaron atrás las compras en efectivo, el crédito es el método reinante en una sociedad que sobrevive gracias a las hipotecas y a los plazos. Cualquier propiedad de un precio alto, como un coche o una casa, o un precio medio, como un ordenador, es financiada con plazos, que aunque normalmente aumentan el valor final a causa de los intereses, se convierten en el único modo factible de realizar la compra-venta de productos.
La necesidad de poseer, de ser propietarios de las cosas con las que interactuamos, está asociada a una mentalidad en la que, por ejemplo, no se tienen hijos hasta que no se sepan cubiertos el trabajo y la casa, bienes que en estos tiempos de descenso económico y despidos son muy difíciles de asegurar.
Otra de las causas que habitan tras el hecho de que España viva por encima de sus posibilidades económicas es que aún estamos ante un país donde las apariencias son imprescindibles, donde prima aparentar que se tiene, a tener.
Si es cierto que es extendible a todo el año, épocas como el verano, donde es imprescindible hacer un viaje aunque sea pidiendo adelantos de la paga extraordinaria, o como las Navidades, protagonistas del consumismo desmesurado, el español gasta por encima de lo que gana a fin de, como ya escribía Larra, aparentar:
“Ya lo ves; en todas partes hay máscaras todo el año; aquel mismo amigo que te quiere hacer creer que lo es, la esposa que dice que te ama, la querida que te repite que te adora, ¿no te están embromando toda la vida? ¿A qué, pues, esa prisa de buscar billetes? Sal a la calle y verás las máscaras de balde…”