Un compañero, ex profe del máster, me dejó caer ayer que mi blog, que este blog, era demasiado atrevido. “Anda que criticar la sección de cultura estando en cultutra”, me regañó.
Quizá porque mi posible temeridad puedo justificarla con un apasionamiento racionalizado, o, simplemente, porque siento que no tengo nada que perder, escribo aquí con una sinceridad o una inconsciencia que están muy lejos de ser atrevimiento, aunque otros puedan verlas como tal.
Quizá porque mi posible temeridad puedo justificarla con un apasionamiento racionalizado, o, simplemente, porque siento que no tengo nada que perder, escribo aquí con una sinceridad o una inconsciencia que están muy lejos de ser atrevimiento, aunque otros puedan verlas como tal.
Esta mañana, en una entrevista grupal, una periodista me confesaba que fue lectora ferviente de este periódico y que, en los últimos tiempos, sentía que su calidad había descendido vertiginosamente. Son esas confesiones que se producen para llenar los tiempos de espera y en las que se olvidan, por un momento, que somos competencia, periodistas de diferentes medios enfrentados.
No me importa (o al menos no ahora) estar dentro de un medio para creer en la autocrítica. Y para saber que es algo que aquí brilla por su ausencia. El control de calidad en este diario es mínimo. Eso es lo que pienso, y lo que lamento, teniendo en cuenta que un importante punto de mi carta de presentación será tener un máster en este diario.
Mi visión, siempre personal y subjetiva, es que a ABC lo amparan y protegen los años y la marca. Pero ampararse en la historia es peligroso porque, de repente, un día, puede darse de bruces con la realidad. Lo protegen los suplementos, como el ABCD, hechos con mucha más entrega y vocación que las páginas diarias. Con mucha más profesionalidad. Lo empuja la web, que cuando funciona (que no es siempre), funciona muy bien, y se hace muy presente en las redes sociales, cercana y útil. Lo avalan buenos periodistas que dieron, y dan, su vida por ABC, aunque nadie parezca percatarse de ellos.
Mi visión, siempre personal y subjetiva, es que a ABC lo amparan y protegen los años y la marca. Pero ampararse en la historia es peligroso porque, de repente, un día, puede darse de bruces con la realidad. Lo protegen los suplementos, como el ABCD, hechos con mucha más entrega y vocación que las páginas diarias. Con mucha más profesionalidad. Lo empuja la web, que cuando funciona (que no es siempre), funciona muy bien, y se hace muy presente en las redes sociales, cercana y útil. Lo avalan buenos periodistas que dieron, y dan, su vida por ABC, aunque nadie parezca percatarse de ellos.
Pero lo matan muchas otras cosas, empezando por la falta de autocritica y de exigencia. Por haber olvidado que la calidad y el verdadero periodismo no es fruto de una herencia, sino que hay que currárselo cada día.
Es cierto que puede parecer suicida criticar el lugar en el que estás. Pero me parece justo, aunque sea porque puse mucho empeño en que me asignaran la sección de Cultura y me defraudó enormemente. He aprendido, día tras día, durante casi cinco meses, que esta sección tiene muchas lagunas, a pesar, y eso es lo más injusto, de tener en ella muy buenos periodistas. Y entre todas esas faltas, quizás, la que más me desestabilizó fue la falta de criterio que a mi parecer existe.
Es lo que queda tras entender que la cultura -lejos de ser todo aquello que una chica con la cabeza llena de pájaros pensó que era-, es solo una manipulación de poderes y un escaparate de intereses y compromisos.
Que una sección como nacional manipule o confunda no me hubiese extrañado. Sería casi lógico. Que lo haga cultura, que los temas se asignen por intereses ajenos, valga la redundancia, al interés cultural, me parece decepcionante.
Quizá es solo porque cuando pienso en CULTURA, lo pienso en mayúsculas, y me vienen a la cabeza las lecturas con personajes que se salen del papel, las lágrimas que se derraman cuando sobre un escenario se palpa la vida, la música que realmente ahuyenta las penas, la crítica, lo social, el dejar hablar, el saber escuchar, la palabra, las ganas de, aunque suene a tópico, cambiar un poco el mundo... y porque, en este tiempo, en esta sección, he visto muy poco de todo eso.
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