Podría decir que los objetos no importan, que no son más que el reflejo de nuestra sociedad materialista. Pero no estaría siendo del todo sincera. Nos han pedido que fotografiemos 30 objetos que vayan a acompañarnos, que nos estén ya acompañando, durante nuestro recorrido en el máster. Materialidad en la que vernos reflejados, en la que vislumbrar rasgos de cómo somos. ¿Son nuestros objetos capaces de describirnos?
A continuación añado mis treinta fotos. Son numerosos los objetos que nos resguardan a lo largo de nuestra cotidianidad. Algunos, simplemente, son eso: objetos. Otros añaden otra dimensión al ser sujetos receptores de lo que hemos denominado un “valor sentimental”. Un término que difiere de utilidad y lógica y que sólo se adhiere a criterios emocionales. Mi lista contiene objetos de diversos valores.
Hay objetos que no tienen más valor que el de la utilidad –y a ello va unida cierta dependencia– y el de la obligación impuesta por nuestra sociedad. Es el ordenador en el que escribo ahora mismo, la cartera, el abono del metro, el móvil, la grabadora, la cámara de fotos…
Hay objetos que son reflejos de lo cotidiano: el arbornoz, la cafetera, el abrigo…
Aunque sin dejar de ser muestra de una costumbre también implican valores. Pongo un ejemplo: la cafetera –cotidiana– da muestra de un hábito, pero además, la caja de metal donde guardar el café, traspasa la utilidad (mantener el café en condiciones óptmas) para convertirse en un objeto que siempre me acompaña.
Un valor simbólico tienen los objetos y las fotografías que elegimos para decorar nuestro espacio. Considero que las paredes de nuestro día a día son un reflejo importante de cómo somos y a qué aspiramos. Mis paredes, llenas de fotos de mi familia, de mis animales, de mis amigos… decoradas con frases, con retales de palabras… con postales de los lugares soñados, con historias… con recuerdos… muestran una elección constante que me retrata.
Los libros, los cuadernos, mis libretas, los bolígrafos… dejan al descubierto una pasión, una obsesión, una parte muy importante de mi personalidad.
Y hay objetos que, al margen de son útiles o son innecesarios –de todo hay– tienen un valor para nosotros que traspasa lo físico y que son cómplices de nuestra fibra sensible. Algunos pañuelos y bufandas, un recetario de cocina, un reloj despertador, una toca, la radio…
Es imposible que la misma lectura de estas fotos haga quien te conoce a quien no es más que un compañero puntual en tu recorrido vital, y, aún así, queda patente que tus objetos, más que ser muestra de una desprestigiada materialidad, son el reflejo de tu esencia.
2 comentarios:
Hay una frase que no sé si es de Cela o de Baroja que me gusta mucho: "El nacionalismo se cura viajando".
Muy agradecido por incluir a Mi Siglo entre tus blogs.
Seguiré "Masterizándonos".
Ánimo con el Master.
Saludos.
JJP
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