A una velocidad de vértigo transcurren los días. Mayo, con olor a romero y sabor a amargas despedidas, va llegando al final. El inicio de las prácticas fue, profesionalmente, de lujo, con baño en el mar Jónico incluido. Pero de Grecia ya hablaré cuando publique algo que, supongo, será a finales de esta semana.
A mi regreso, algún refritito con rastreo por internet; vamos, artículos de los que se hacen pegado a la pantalla del ordenador, cantantes a los que no entrevisté. Véase Luz Casal, véase Jimi Hendrix...
Pero hubo otros temas (y otros cantantes) con los que sí salí de la redacción. Publicar la crónica (léase aquí) del concierto de Ismael Serrano nos supuso (a Cristina que hizo las fotos y el vídeo, y a mí) superar nuevos récords (en nuestra larga lista de récords másterópodos, tipo ser las primera en comprobar que el Hermes -el sistema informático- duerme al rozar la madrugada). Y estos fueron: ser las primeras en meter en la misma noticia fotogalería y vídeo, y ser las primeras en permanecer en la redacción hasta las dos y media de la madrugada por meter en la web la dichosa nota. Vamos, que en lentas no nos supera nadie... (Pero tampoco en insistentes).
Pero, además, el concierto de Ismael Serrano se convirtió en mi primera censura oficial. Y es que ya sabía yo que un concierto dedicado a "los bandos vencidos, la justicia y el derecho internacional" en el que se mostró un evidente apoyo al juez Garzón, no iba a ser muy bien visto en ABC.
No todo ha sido música en la sección de cultura. Y llegó -más pronto que tarde- lo inevitable: hablar de toros. Y yo que en el debate sobre los toros que hicimos en el máster manifesté mi negativa a participar en un debate que me resultaba (por su bestialidad) idebatible, tuve que comerme mi objeción de conciencia e irme a cubrir una tertulia de toros en la que MªTeresa Campos acabó apostando por convertir Las Ventas en un gran centro comercial. Pero que conste que a más debate, más negación: Antitaurina hasta la muerte.
Y los días, y las horas, avanzaban. Y cuando después de un día agotador, una se monta en el autobús camino (o eso cree) de casa, las noticias aparecen. Así que Virginia y yo cuando ya creíamos acabada la jornada, nos vimos envueltas en un atropello, y sacando a las periodistas que llevamos dentro, (véase) hicimos uso del móvil que nos regaló Nieves y mandamos la información a local en tiempo real.
Y casi a junio hemos llegado. Pero como decía, mayo tiene olor a romero, al de El Rocío, y como "choquera" que una medio es, tocó hacer crónica rociera:
"El camino es polvo y risas, rebujito y la medalla de la virgen colgada al cuello. Una guitarra, una caja y una pandereta. Una sevillana palmeada entre muchos peregrinos (sigue leyendo)".
De vuelta, en martes, a la redacción, y a Madrid, las horas pasan lentas y los días deprisa. La Feria del Libro apunta maneras y los debates de localización futura se recrean... Para la próxima, ya me explicaré mejor...
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