miércoles, 13 de enero de 2010

El hombre en busca de sentido

Una vida dedicada a defender la paz
La compostura como seña de identidad. El conformismo apaciguador a veces, el inconformismo luchador otras tantas.
Descripciones precisas. Recuerdos contra los que luchar. Empuñar la voz como la mejor arma. La supervivencia, la compasión. El esfuerzo, aunque en ocasiones sea en vano.
Hacer política, creer en un ideal, en una recompensa. Buscarle un sentido a una vida marcada por el horror. Por un día de inconsciencia e histeria extrema e al que le siguieron muchos otros de negras e infinitas consecuencias.  
Kiyoshi Tanimoto, pastor de la Iglesia Metodista, sobrevivió al bombardeo nuclear llevado a cabo sobre la ciudad japonesa de Hiroshima en la mañana del seis de agosto de 1945. Desde ese momento, Tanimoto no dejó de defender la paz.
El bombardeo nuclear sobre Hiroshima dejó cerca de 140.000 muertos. Los supervivientes como Tanimoto necesitaron dotar a su vida de una razón de ser después de haber sido testigos y víctimas de tanta destrucción.

Experiencias traumáticas
Un año después del atentado de Hiroshima, en 1946, se publica en Alemania el libro «El hombre en busca de sentido», del psiquiatra austriaco Viktor Frankl.
Dicho autor fue prisionero de un campo de concentración en Auschwitz. Allí, además de a su mujer,  perdió su propia dignidad. Finalmente, logró salir de allí con vida, pero con una vida por la que ya, pensaba entonces, no merecía la pena luchar. Después de haber presenciado el horror no le hallaba sentido a la alegría. Sin embargo, logró la supervivencia no sólo física sino también mental. Para ello, tuvo que entender y asimilar que la vida debe estar dotada de un sentido.
Idéntica enseñanza fue la que persiguió durante toda su vida el japonés Tanimoto. Llevaba levantado tres horas cuando se produjo el bombardeo. Se encontraba transportando una carretilla. Estaba solo en su parroquia, lejos de su mujer y de su bebe. Era un hombre pequeño, presto a hablar, a reír, a llorar. Era cuidadoso, sereno, ambiguo, teólogo. Aspectos que, sin ser completamente arrebatados, dejaron de caracterizarle del mismo modo después de haber vivido el bombardeo.
Tanimoto ya nunca dejó de recordar con exacta precisión el resplandor silencioso que envolvió su ciudad aquella mañana. «Tasukete kure! ¡Auxilio, si son tan amables!», gritaban sus compatriotas. Y con la misma formalidad japonesa, desde aquel día convirtió en su obligación moral aquel  grito de auxilio.
Una vez, tenía 40 grados de fiebre, herencia eterna de la radiación. Su cabeza estaba, sin embargo, en los funerales que debería estar celebrando para los difuntos de su iglesia. No logró alejar de sí mismo la sensación de que debía entregarse a su causa. Para predicar por la paz, empezó dando conferencias a las que tituló  «La fe que surgió de las cenizas». Con ellas pretendía recaudar fondos para reconstruir su iglesia, destruida a causa del bombardeo.
El señor Tanimoto fue durante toda su vida un activista que luchó porque el sufrimiento vivido por sus compatriotas japoneses y por él mismo tuviese algún sentido. Obsesionado con sus ideales, estaba dispuesto a defenderlos hasta el final.
Viktor Frankl escribió que «vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo». Hasta que con 72 años se jubilase, Tanimoto pasó su vida de ciudad en ciudad contagiándole al mundo sus ansias de paz. Ese fue el sentido de su vida.

2 comentarios:

Fernanda Muslera dijo...

En su libro Frank escribe: "Después de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas en Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padre Nuestro o el Shema Israel en sus labios”.

hatoros dijo...

GRACIAS