jueves, 4 de febrero de 2010

Clint Eastwood: el amo de su destino; el capitán de su alma


«El mérito recae exclusivamente en el hombre que se halla en la arena (…), el que lucha con valentía, el que se equivoca y falla el golpe una y otra vez», pronunció el presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosvelt, en un discurso en Paris titulado «El Hombre en la Arena». Es el eterno oxímoron de Samuel Beckett: «Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor».
La última película de Clint Eastwood, «Invictus», lo intenta. Un drama poético que, sin ser ni de cerca brillante, supera con creces a muchas de las películas con quien comparte cartelera. Escenifica la apuesta de un presidente, Nelson Mandela, y de un país, Sudáfrica, por unos ideales.
Mandela se propuso unir a unos blancos, aún déspotas, y a unos negros, aún resentidos, usando como baza la pasión compartida por el rugby, en un contexto marcado por el «apartheid».
 
Irreal pero no falsa
En una historia tan real, puede que no todo necesite ser estrictamente verídico. Eastwood se permite una licencia poética en la escena en la que el presidente entrega al capitán Piennar un poema. Se trata de «Invictus», escrito por William Ernest Henley en 1875 y publicado trece años después. Durante los 27 años que Mandela pasó en la cárcel, ese poema fue un apoyo.
La escena podría ser lícita. Pero los hechos no ocurrieron así. Lo que Mandela entrega al capitán para reforzar su moral, para invitarlo a creer y a ganar, es un extracto del texto de Roosvelt. «El que cuenta es el que de hecho lucha».
Pero, ¿importa si fue o no real? A veces las palabras —las de Roosevelt, las de Henley, las de Beckett— llegan en el momento oportuno; son el impulso necesario. Y amarlas es encontrar el mejor modo de usarlas; transformarlas para que a cada uno le sirvan para hallar sentido, incluso cuando no lo hay. Da igual qué ocurrió. También Eastwood es el amo de su destino; el capitán de su alma.

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