Irán celebra el 31 aniversario de la victoria de la revolución islámica olvidándose de su rebelión
El movimiento Verde pierde fuerza frente al presidente de la República, Mahmoud Ahmadineyad, que la gana
La República de los animales llegaría. «Tal vez —pensaron en la granja— no fuera pronto, quizá no sucediera durante la existencia de la actual generación de animales, pero vendría». En la eterna alegoría descrita en «Rebelión en la granja», la novela que George Orwell publicó en 1945 en contra de los totalitarismos, los animales sublevados contra el patrón están convencidos de que su revolución triunfará.
Para ello, crean un sistema de gobierno de base, en el que todos los animales participan. Pero la idea de hermandad inicial convierte la granja en un caos. Impulsados por sus ansias de poder, algunos de los animales se hacen con el control bajo la apariencia de un falso consenso. «Rebelión en la granja» es una fábula sobre la corrupción del poder y la parsimonia de las masas, representados por unos personajes que que se identificaron con el régimen zarzista, Lenin, Stalin y Trotsky.
Una especie de «Rebelión en la granja» está ocurriendo en Irán. Ayer concluyeron las celebraciones por el 31 aniversario de la victoria de la revolución islámica, con los ojos puestos en las nuevas esperanzas que promete la revolución Verde.
En la década de los setenta, en Irán, conocida como Persia hasta 1935, se estaba tejiendo un cambio. Las masas obreras estaban cansadas de un régimen de monarquía autoritaria secular, impuesto en 1925, que se definía a sí mismo como pro occidental y anti comunista.
Desde la revolución soviética de 1917, no se había vuelto a dar un caso de insurrección contra el gobierno que naciera desde abajo, desde el pueblo, en lugar de hacerlo, como era más frecuente, desde las elites intelectuales.
Los iraníes se echaron a la calle en contra de la monarquía hereditaria de Mohamed Reza Pahlevi, y se enfrentaron al SAVAK, la policía secreta del Sha.
El 1 de febrero de 1979 derrocaron a Pahlevi, y regresó, entre vítores, el ayatolá Ruhollah Jomeini, que había liderado la revolución. De ese modo, quedaron atrás 2.500 años de monarquía en el país.
Aunque también Gran Bretaña y Rusia ejercían una fuerte influencia sobre Irán, era Estados Unidos la potencia que más poder tenía sobre el país. Esto chocaba con el antisemitismo y los fundamentalismos protagonistas de sus calles; lo que desembocó en constantes enfrentamientos entre Oriente y Occidente.
Esta situación, sumada a la ausencia de una dirección en el ejercicio del poder, atenuó el fracaso de la revolución. El partido comunista Tudeh, que debía ejercer de guía, no supo manejarse con la situación. La democracia se tambaleó quemada en su propia hoguera. Empezó a hablarse de las contrarrevoluciones, promovidas por los ayatolás. Después, treinta años de caos.
Irán volvió al punto de mira el pasado junio, cuando se celebraron unas elecciones marcadas por las limitaciones de libertades, como la de información. Lo que planteó si estaba siendo lícito el ejercicio de la democracia. Aunque con aspecto renovado, estaban abriéndose las mismas heridas de siempre.
Desde ese momento, numerosas manifestaciones empezaron a sucederse en Teherán. Los iraníes, como único modo efectivo de comunicación, se lanzaron a internet. Irán es el cuarto país con más bloggers del mundo (60.000 espacios) y el más avanzado en estas materias dentro de Oriente Medio (un 31,8% tiene acceso a internet). El movimiento Verde, formado en su mayoría por estudiantes y gente nacida después del 79 (ya en democracia), expresaba sus ideas adaptándose a los tiempos, y haciendo uso de plataformas como Twitter.
Entre el 12 de junio, día en que se convocaron las elecciones, y el 29 de junio, cuando se proclamó vencedor Ahmadineyad, Irán adquirió una proyección mundial llegando a todos los rincones. Pero también aumentaron los disturbios, registrándose 26 muertos (la oposición habló de 69), y 1032 detenidos.
El resultado de las elecciones volvió a dar como vencedor a Mahmoud Ahmadineya, lo que provocó que algunos grupos, entre ellos los Verdes, acusaran al Gobierno de «pucherazo». La ex viceministra de Medio Ambiente, Massumeh Ebtekar, declaró: «Está en juego la República Islámica porque Mahmoud Ahmadineyad no ha respetado en sus cuatro años en el poder las normas establecidas».
Libertades oprimidas
En el prólogo de «Rebelión en la granja», Orwell escribe: «Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír».
Los iraníes hicieron uso de los medios que tuvieron para poder decir a sus conciudadanos, incluso aquello que no querían oír. Demostraron un valor y una determinación ilimitados para hacer frente a una política de coacción. Pero ayer, mientras se celebraba el aniversario, por primera vez los iraníes parecían estar conformes con su presidente.
Sobre el muro, a la entrada de la granja que describe el escritor, se podía leer: «Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros». Parece que los iraníes no tienen tanta confianza en su revolución como tenían los animales de la fábula. El problema es que se dejen engañar tras una buena cara.
«No había duda de la transformación ocurrida en las caras de los cerdos —escribe Orwell—. Los animales asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro».
Las imágenes del aniversario dejaban en el aire la duda de si la revolución Verde está perdiendo fuerza o de si, en el fondo, los iraníes saben que, «quizás no sucediera durante la existencia de la actual generación de animales», pero el cambio llegaría.
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